No es mío, mientras fumaba en la calle leía un períodico del barrio donde curro y ésto es una Carta al Director, que reproduzco íntegra.
"En una policlínica de Stanford conocía a una chiquilla, Ana María, que padecía una insólita dolencia. Su única posibilidad de recuperarse era una transfursión de su fraterno de cinco años, que había persistido al mismo padecimiento y había aumentado los antídotos precisos para rechazar la enfermedad. El médico le interpeló si estaba pronto para dar su sangre a su fraterna, titubeó un momento y aceptó: "Sí,, lo haré, si eso favorece a Ana María".
Mientras la transfusión, él estaba tumbado al lado de su hermana y gozoso. Entreviendo retornar el semblante a los mofletes de la fraterna, la cara del chiquillo se puso cadavérica y su risita se marchó. Divisó al médico y con dicción trémula le interpeló: "¿A qué hora comenzaré a fallecer?".
Siendo un crío de cinco años no había entendido al médico: él cavilaba que le cedería toda su sangre a su hermana . Y aún así la donaba.
"El que con daño propio realice una noble y generosa acción merece llevar una corona más espléndida que quien haya vencido en mil batallas", afirmó Pomfret.
2 comentarios:
Había una gran mujer que decía: "Todo aquello que no es dado, es perdido"
A mi estas cosas me conmueven mucho, supongo que como a todos.
Gracias por tu cuento de esperanza y generosidad.
Besos
me ha emocionado la historia del niño (estoy demasiado emocional, debe ser la primavera...).
Un abrazo
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